Patapon (SCE Japan, 2008) es un juego disperso. No es nada grave, le ocurre lo mismo que a tantos y tantos juegos surgidos en torno a una idea original: los desarrolladores no son capaces de explotarla de manera correcta. Se expande por donde no toca, profundiza donde no debe, y el resultado no llega a ser todo lo satisfactorio que cabría esperar. Es el principal escollo al que se enfrentan este tipo de obras tan sui géneris. De una gran idea a un gran juego hay un camino que, de tan largo, se pierde en el horizonte y obliga a avanzar a ciegas, sin saber muy bien cuál es la meta adecuada. Es una situación parecida a la de Echochrome (SCE Japan, 2008), con la particularidad de que el juego de puzles pecaba de falta de elementos y motivación, y el rítmico, de incoherencia.