Una casta de valientes (III) – Especial retro

casta3-intro«Una casta de valientes» es una serie de artículos recurrente en Pixel Busters.

En los meses pasados, mis bienamados compañeros Ayate y ProggerXXI crearon y dieron continuidad a una sección llamada a crear justicia en esto de la crítica videojueguil. Un pequeño mundo alternativo donde son protagonistas los juegos que no han tenido la suerte, los recursos y/o la fuerza propagandística de la que hacen gala aquéllos que se anuncian al arrancar un vídeo en YouTube o en las imágenes de fondo de MeriStation. Sin embargo, de todos estos títulos de segunda fila y de producciones que no llegan a súper se podía decir que aún el tiempo no los ha puesto en su sitio, que aún pueden convertirse en títulos de culto si los jugadores, una vez se esfuman los impulsos eufóricos, les hacen sitio entre sus apretadas agendas y sus cerebros lavados.

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Puzznic

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El paradigma del puzle (casi) puro

En la actualidad, los puzles o rompecabezas juegan un papel secundario en la industria del videojuego. Se tiende a su utilización casual, a veces como aderezo y otras como complemento a la mecánica principal. Es innegable que en ocasiones viene bien introducir un par de puzles para sacarnos durante unos instantes de la fatigosa rutina, como sucede en God of War; y que en otras tesituras se consigue entremezclar de forma tan natural con géneros como las plataformas o las aventuras que los mantiene presentes en casi todo momento, siendo éste el caso de sagas como The Legend of Zelda. En cambio, el puzle puro, que no requiere habilidad alguna con los pulgares pero sí destreza con las neuronas, no está tan extendido. Al menos, esa es la percepción que tiene un servidor, capaz de devorar mecánicas puzleras como galletas engulle el Monstruo del Ídem, y decidido a escarbar en oscuros catálogos en busca de títulos desconocidos que acallen un insoportable síndrome de abstinencia del rompecabezas videojueguil. Vicios aparte, lo que sí parece una máxima no escrita es que generalmente los juegos de puzle suelen ser muy satisfactorios, y Puzznic no es una excepción.

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Sunsoft y el valor añadido (primera parte)

sunsoft-introDecir Sunsoft es decir nostalgia y calidad. Y es que los jugadores tendemos siempre a quedarnos con lo mejor y nos gusta ensalzar lo que nos hizo felices. Al mismo tiempo, apartamos de nuestra memoria todo aquello que no encaja con ese recuerdo idealizado, perfecto e incluso ejemplarizante. Sunsoft encaja perfectamente en nuestro esquema de enaltecimiento melancólico, pero también, por otra parte, poco se sabe de ella más allá del apogeo del que disfrutó durante los últimos años de la década de los ochenta y los primeros de los noventa.

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Castlevania II: Simon’s Quest

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Viaje por las entrañas del mismísimo señor del mal

Hay ocasiones en las que un videojuego genera tal nivel de ruido y comentarios a su alrededor que resulta muy difícil no hacerse ideas preconcebidas acerca de su calidad o sus características. En el caso de Simon’s Quest, este ruido lleva produciéndose desde su salida a finales de los años 80, y aún en la actualidad es fácil encontrar voces predicando, generalmente de forma polarizada, su amor u odio –más bien odio– hacia la segunda entrega de la saga Castlevania en NES. Quizás el videoanálisis en el que James Rolfe, en su papel de The Angry Video Game Nerd, despotricaba con el tesón de una alimaña contra cada detalle del juego sea el ejemplo más claro debido a su popularidad. Por eso, es muy difícil que hoy en día un jugador pueda acercarse a esta polémica obra sin más prejuicios que su propia experiencia con la franquicia de los cazavampiros. Sin embargo, puede que esto no sea precisamente un inconveniente, ya que debido a ciertas peculiaridades de la obra es recomendable acceder a ella conociendo de antemano ciertas advertencias para no llevarse las manos a la cabeza a las primeras de cambio. Y es que, como vamos a analizar a continuación, a Castlevania II: Simon’s Quest no hay por dónde cogerlo.

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DuckTales

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Aventuras a patadas

Carlos Slim y Bill Gates no. Tampoco Amancio Ortega. Ni las Koplowitz ni la duquesa de Alba. Ni tan siquiera el mismísimo Señor Cangrejo. Todos ellos juntos no se acercarían jamás a la mayor fortuna de cualquier mundo real o inventado. Y no lo digo yo, pregúntenle a la prestigiosa revista Forbes. Efectivamente, estamos hablando del acopio de capital gestado por el rácano aunque entrañable tío Gilito (Rico McPato para nuestros amigos latinos), la cual empezó con una mísera moneda de diez centavos y acabó con un emporio que ya quisieran para sí las empresas de la trama Gürtel, y con una inmensa caja fuerte llena de monedas en lo que vendría a ser el paraíso fiscal de Patolandia. Todo a base de perseverancia… y de gastar menos que un calvo en peines, claro. Porque el protagonista de Patoaventuras es algo más que un simple personaje estereotipado, es la viva representación del capitalismo más feroz, de una extraña escala de valores que difícilmente íbamos a comprender de niños, pero siempre desde el prisma de la inocencia, vacilando entre hacer lo que es justo o lo que es más conveniente para los intereses personales. Visto así, nuestro adorado tío Gilito podría ser definido como un antihéroe moderno, uno de esos personajes complejos que sin saber muy bien por qué acaban formando parte de la conocimiento popular, sin caer nunca en el olvido.

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Shatterhand

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¿Eres un tipo duro?

Las películas de acción de la década de los ochenta inspiraron un buen montón de videojuegos que, aunque no se basan en ninguna licencia oficial, infunden todo el sabor a testosterona, peleas y explosiones que tenían los clásicos del género. Contra, Bad Dudes o Journey to Silius bebieron, de forma diferente, de aquellas cintas palomiteras de guerra o ciencia ficción. Shatterhand une de forma sensacional en la primogénita de Nintendo todas esas emociones, todo el sabor a clásico horterilla ochentero que tanto veneramos los que crecimos en la época del Scalextric y el Telesketch. Y lo mejor de todo es que ha envejecido mucho mejor que la mayoría de esas películas y juguetes.

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The Lone Ranger

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Un juego para hombres de pelo en pecho

¡El Llanero Solitario! Hi-yo, Silver! Away!

Cabalgando en su hermoso caballo a la velocidad de la luz, dejando una nube de polvo y gritando “Hi-yo, Silver!”. ¡El Llanero Solitario!

En compañía de Toro, su fiel amigo indio, quien siempre que se le necesita está a su lado para combatir por la justicia en el viejo Oeste, regresa a esos días de lucha contra el mal.

Montando a su gran caballo, Plata, ¡el Llanero Solitario cabalga de nuevo!

Hi-yo, Silver! Away!

Ahh, el Llanero Solitario… ¿Cuántas veces hemos soñado durante la tierna infancia convertirnos en un justiciero con antifaz, que cabalga por el salvaje Oeste disparando a rufianes y bandoleros, junto a un fiel compañero indio que nos sigue allá donde vayamos? Efectivamente, ni una. El personaje creado en 1933 tuvo sus momentos de gloria, sus retransmisiones radiofónicas, sus numerosas novelas, sus pelis en blanco y negro, y hasta su serie de dibujos animados; pero desde luego a la generación actual nos suena arcaico y anacrónico. Un juguete viejo y roto que, cual Woody, ha sido apartado por incontables remesas de superhéroes de una nueva y mejor era espacial. Sin embargo, amigos míos, los viejos vaqueros nunca mueren del todo, y con The Lone Ranger vamos a descubrir por qué el Llanero Solitario es uno de los mayores héroes del far west… tras Condemor, por supuesto.

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The Guardian Legend

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Sabe a mixta

Cuando un jugador encuentra una saga que le gusta, a menudo mira hacia atrás y trata de encontrar aquellos viejos juegos con los que nació dicha franquicia. De ahí que clásicos como Metroid, Contra, Metal Gear o los primeros Castlevania tengan siempre un cierto interés para el jugador actual. Sin embargo, esos juegos compitieron en su época con otros cuya carencia de legado los ha desterrado casi al ostracismo, juegos como The Guardian Legend, que arriesgaron para ofrecer algo único… o una mezcla única de cosas ya vistas. De vez en cuando es interesante rescatarlos del olvido y ver qué ofrecen.

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